Una investigación dirigida por la UNM descubre niveles alarmantes de microplásticos en cerebros humanos

Investigadores dirigidos por Ciencias de la Salud de la Universidad de Nuevo México han revelado que el tejido cerebral humano contiene altos niveles de microplásticos, con un aumento significativo en los últimos ocho años.

En un avance científico urgente, investigadores dirigidos por la Universidad de Ciencias de la Salud de Nuevo México descubrieron que los microplásticos (pequeños fragmentos de polímeros degradados) se han acumulado en el cerebro humano en niveles alarmantemente altos. La concentración de estos plásticos en el tejido cerebral ha aumentado un 50% en los últimos ocho años, lo que indica una creciente crisis ambiental y de salud.

En un estudio reciente publicado En Nature Medicine, el equipo de investigación dirigido por Matthew Campen, profesor distinguido y regente de la Facultad de Farmacia de la UNM, analizó muestras de tejido cerebral y descubrió que las concentraciones de plástico en el cerebro eran significativamente más altas en comparación con otros órganos como el hígado y el riñón.

“Esto realmente cambia el panorama. Lo hace mucho más personal”, dijo Campen en un comunicado de prensa.

Los hallazgos del estudio son particularmente preocupantes dado que el equipo de Campen observó hasta 10 veces la cantidad de plástico en los cerebros de personas diagnosticadas con demencia en comparación con aquellos que no tenían la condición.

Sin embargo, los investigadores advirtieron que el diseño del estudio no establece si los microplásticos causan síntomas de demencia o simplemente se acumulan más en los cerebros enfermos.

La investigación se basa en una novedosa metodología desarrollada por investigadores de la UNM para identificar y cuantificar microplásticos en tejidos biológicos.

Esta técnica consistió en disolver químicamente el tejido cerebral, centrifugarlo para aislar las partículas de plástico y luego quemarlas mediante un proceso conocido como pirólisis. Los gases emitidos se analizaron cromatográficamente, lo que permitió identificar 12 polímeros diferentes, siendo el polietileno el más común.

Para examinar visualmente las muestras de tejido con altas concentraciones de polímeros, el equipo utilizó un microscopio electrónico de transmisión. Esto reveló grupos de fragmentos de plástico afilados que medían 200 nanómetros o menos, que son lo suficientemente pequeños como para infiltrarse en la barrera hematoencefálica.

Campen enfatizó los riesgos potenciales que plantean estas partículas, que podrían obstruir el flujo sanguíneo en los capilares cerebrales o interferir con las conexiones neuronales, contribuyendo potencialmente a la agregación de proteínas relacionada con la demencia.

“Empezamos a pensar que quizás estos plásticos obstruyen el flujo sanguíneo en los capilares”, añadió. “Existe la posibilidad de que estos nanomateriales interfieran con las conexiones entre los axones del cerebro. También podrían ser una semilla para la agregación de proteínas implicadas en la demencia. Simplemente no lo sabemos”.

Los hallazgos plantean interrogantes sobre cómo los microplásticos ingresan al cuerpo humano. Campen sospecha que la ingestión a través de los alimentos, en particular la carne, es una fuente importante.

“Por la forma en que irrigamos los campos con agua contaminada con plástico, postulamos que los plásticos se acumulan allí”, añadió.

Parece que los plásticos se concentran en la cadena alimentaria, especialmente en la carne producida comercialmente.

Los microplásticos tienden a acumularse en las células grasas de la vaina de mielina del cerebro, que aísla las neuronas y desempeña un papel crucial en la transmisión de señales. Esto podría ayudar a explicar por qué las concentraciones en el cerebro son más altas que en otros órganos.

A pesar de la continua producción mundial de plástico, se prevé que la presencia de micro y nanoplásticos en el medio ambiente aumente, a medida que los plásticos existentes se degraden con el paso de las décadas. Campen cree que estas revelaciones deberían catalizar la preocupación y la acción contra esta amenaza para la salud mundial.

“Aún no he conocido a un solo ser humano que diga: ‘Hay un montón de plástico en mi cerebro y eso me parece perfectamente bien’”, añadió.

La investigación exhaustiva destaca la necesidad urgente de realizar más investigaciones sobre los efectos de los microplásticos en la salud humana y exige acciones inmediatas para reducir los desechos y la contaminación plástica.