Un nuevo estudio de la Escuela de Salud Pública de Yale revela marcadas variaciones en la esperanza de vida en los distintos estados de Estados Unidos durante el último siglo, vinculando las políticas de salud pública, los factores socioeconómicos y las condiciones ambientales con las disparidades en la esperanza de vida.
Investigadores de la Escuela de Salud Pública de Yale (YSPH) han descubierto disparidades significativas en la esperanza de vida entre los estados de EE. UU., exponiendo la profunda influencia de las políticas de salud pública regionales, las condiciones sociales y los factores ambientales en la esperanza de vida.
El estudio exhaustivo, publicado En JAMA Network Open, analizaron más de 179 millones de muertes entre 1969 y 2020.
Al examinar las tendencias de la esperanza de vida por cohorte de nacimiento, los investigadores pudieron captar con mayor precisión cómo se han ido moldeando las vidas de las diferentes generaciones a lo largo del tiempo.
“Para las mujeres nacidas en algunos estados del sur, la esperanza de vida aumentó menos de tres años entre 1900 y 2000”, declaró en un comunicado de prensa el autor principal, Theodore R. Holford, profesor emérito de Bioestadística Susan Dwight Bliss en la YSPH. “Es un contraste asombroso si consideramos que en estados como Nueva York y California, la esperanza de vida aumentó más de 20 años durante el mismo período”.
Los estados del noreste y el oeste, junto con Washington, D. C., registraron los mayores aumentos en la esperanza de vida. La capital del país, que tenía la esperanza de vida más baja en la cohorte de nacimientos de 1900, experimentó mejoras de 30 años para las mujeres y 38 años para los hombres para el año 2000.
Mientras tanto, estados como Mississippi, Alabama y Kentucky mostraron avances mínimos, particularmente entre las mujeres.
“Estas tendencias en mortalidad y esperanza de vida reflejan no solo el entorno político de cada estado, sino también su demografía subyacente”, añadió el coautor Jamie Tam, profesor adjunto de políticas y gestión sanitaria en YSPH. “No es sorprendente que los estados con menos mejoras en la esperanza de vida también presenten tasas de pobreza más altas, por ejemplo”.
El equipo de investigación empleó un modelo de cohorte por edad, período y edad, un método sofisticado que les permitió desentrañar los efectos del envejecimiento, los acontecimientos históricos y las influencias generacionales en la mortalidad. Este enfoque reveló cómo las exposiciones tempranas —como el acceso al saneamiento, las vacunas o el tabaco— influyeron en las trayectorias de salud posteriores.
“Observar las tendencias de mortalidad por cohorte nos proporciona un reflejo más preciso de las experiencias vividas por las poblaciones”, añadió Holford. “Muestra el impacto a largo plazo de las políticas y las condiciones sociales que afectan el ciclo de vida de las poblaciones, que de otro modo podrían pasar desapercibidas en las comparaciones interanuales de las tasas de mortalidad de diferentes generaciones”.
Además, los investigadores examinaron la tasa a la que aumentó la mortalidad después de los 35 años. Los tiempos de duplicación más largos, que indican un envejecimiento más saludable, variaron significativamente entre los estados: Nueva York y Florida mostraron aumentos más lentos, mientras que Oklahoma e Iowa mostraron aumentos más rápidos.
Holford señaló que estos patrones representan más que un registro histórico.
“Las disparidades que observamos hoy son el resultado de décadas de efectos acumulativos en las tasas de tabaquismo, el acceso a la atención médica, la exposición ambiental y las inversiones en salud pública”, añadió. “Sin cambios políticos conscientes, es probable que estas brechas persistan o incluso se amplíen”.
El estudio también destacó la influencia de las políticas sanitarias locales, tomando como ejemplos a California y Kentucky. La temprana adopción de políticas laborales libres de humo en California en 1995 condujo a reducciones significativas en las tasas de tabaquismo y, en consecuencia, a una mejora en las tasas de mortalidad. Por el contrario, la falta de iniciativas similares en Kentucky contribuyó a tasas más altas de tabaquismo y a un aumento de la mortalidad.
"El lugar donde naces no debería determinar cuánto tiempo vives. Pero en Estados Unidos, todavía lo hace", añadió Holford.
Los investigadores esperan que sus hallazgos impulsen un mayor enfoque en intervenciones (como el control del tabaco, un mejor acceso a la atención médica y la protección del medio ambiente) que puedan mejorar la esperanza de vida de las generaciones futuras.
“Esta investigación destaca la importancia de considerar la salud desde una perspectiva generacional”, añadió Tam. “Los beneficios de las intervenciones sanitarias se extienden a lo largo de la vida”.
Fuente: Escuela de salud pública de Yale